Caminando por la capital georgiana, Tiflis, en 2023, uno se fija en las numerosas banderas europeas, ucranianas y georgianas, todas ellas transmitiendo un mensaje claro. La guerra de Ucrania se condena como terrorismo, del que Putin es responsable. También se expresa el deseo de que Georgia ingrese en la UE.

Muchos refugiados procedentes de Rusia, que encarecen aún más el escaso espacio vital en Tiflis, pueden entenderlo bien. Pero los mensajes tampoco dejan de tener efecto entre los turistas rusos, para quienes Georgia se asocia tradicionalmente con buena comida y un estilo de vida relajado. Incluso las oficinas de cambio muestran en su pantalla “Gloria a Ucrania” en lugar de la cotización del rublo.

Las declaraciones políticas en las paredes de las casas llaman la atención. Las frases sencillas son las que tienen mayor poder de persuasión. Sin embargo, en su conjunto transmiten un estado de ánimo no filtrado. Los monumentos de la época soviética, cuyo autoritarismo masivo ya no encuentra aprobación en una sociedad posheroica, son muy diferentes. Un ejemplo es la brutalmente monumental Crónica de Georgia, para la que hay que conducir hasta las afueras de la ciudad.



Amurallar a los déspotas
Una sutil interpretación del Sueño

En Georgia, el pueblo se siente a merced de la marcha del tiempo y de los caprichos de los políticos. Mientras que la mayoría parlamentaria y el gobierno georgiano no quieren meterse con la vecina Federación Rusa por razones pragmáticas, el pueblo apoya ahora a su presidente, que ve mejor a Georgia en la alianza occidental.
El reportaje sobre una excursión por Tusheti y Khevsuretia ofrece mucha naturaleza y una visión de la dura vida en el Alto Cáucaso.